Canciones para olvidar lo que duele un verano.

La arena me cubría las rodillas, incluso mis manos estaban impregnadas de ella. Cantabas mientras tanto con los ojos cerrados, aprisionado con mi peso. Sentada encima tuya podía vislumbrar tus ojos centelleantes en las oscuridad de la noche y la espuma blanca acariciando la orilla. Hacía viento. Acompañabas a la música con el vaivén de tus piernas y me hacías moverme a mí también. Y me sentía como si me encontrara en una barca; navegando hacia ninguna parte. Mis ojos no miraban los tuyos, se perdían en la negrura del mar, como idos, el viento movía mi pelo. Hacía mucho viento. Y de repente ya no estabas.

Caminaba y caminaba, sentía la arena fría en los pies. Nos reíamos sin cesar a pesar del sueño. Te parabas a esperarme y me sonreías como nunca. Intentaba no tocarme los vaqueros mojados con las manos llenas de arena y venías corriendo tras de mí, yo corría y estayaba en carcajadas. Después sobre las toallas y tras pasar bordeando aquel enorme pedrusco, nos acostamos. Unos fumabais o intentabais dormir. Tenía frío y tú pasaste tu brazo por mi cuello acurrucándome junto a ti. Se estaba tan bien. Éramos pegamento. Y cómo no recordar el amanecer una hora más tarde acompañada por L y un sueño interminable.

Volviendo al presente, a aquella noche de verano del 2011. Te miré, la canción había terminado y empezó otra del mismo grupo. Sonreíste y me besaste. Te dije de regresar con el resto y eso hicimos. Y la noche siguió como siguen las cosas que no tienen mucho sentido.




En otro orden de cosas, no sé aún que canción elegir para este verano, soy incapaz de decir sólo una. Lo único que sé es que tú no me recuerdas a ninguna de ellas.