lunes, 3 de octubre de 2011

Ni tus sonrisas fueron nunca suficientes ni tus ojos son droga.



Toda aquella gente grita y baila sin cesar a mi alrededor, sonríen. Me uno a ellos y bailo también, como una peonza. Me crujo los dedos de la mano izquierda y le doy una calada al cigarro. Las luces de neón hacen del ambiente algo especial, los azulejos blancos reflejan aquel mundo de notas musicales y porros mientras observo sus caras en éxtasis. Golpean mi espalda suavemente llamando mi atención y giro sobre mí misma. Allí estás, creyendo caer en el mismo cielo, cuando no sabes que hoy ni siquiera hay estrellas. Vuelvo a enfocar aquel escenario improvisado y a disfrutar de sus caras amando la música, dejándote tras de mí con los brazos caídos.

Más tarde damos una vuelta, me buscas con los ojos, con las palabras; te esquivo, ni me salen los gritos y me dedico a ver las luces de la calle a cada paso dado. Y cuando ya te has ido abatido, y ya me he tomado un vodka con limón y fumado, te mando un sms. Quiero decirte mil cosas y a la vez ninguna. Quiero decirte que no sé si ha merecido la pena este verano y este bebernos a morro, mientras dejaba escapar las notas de yellow, decirte que no va a ver un mañana próximo, pedirte que me digas verdades enteras. Crujes y estallas pidiendo el mañana y el siempre. Y eso ahora me importa una mierda.

Volver a aquel antro dando saltos y alzando los brazos, ver a Ese teniendo su momento estelar bailando ska y siendo el puto epicentro de la movida. Reír, para variar. Tumbarnos en el césped de la biblioteca cerrando los ojos y escuchar claramente los engranajes y tuercas y vueltas de hoja. El casette sigue girando dentro y soy incapaz de reconocer la canción. Me enfado, arranco el césped de plástico inerte. Y aun cuando regresamos y me acuesto en aquella inmensa cama de sábanas blancas insistes con otro sms. Tras leerlo dejo el móvil en la mesilla y cierro los ojos. Dos minutos más tarde vuelve a sonar el puto tono y Ce dice medio dormida: contéstale, cojones.Y eso es precisamente lo que no hago.

Que vengan después conversaciones, persecuciones y ruegos. Dejar las cosas claras, mis silencios claros. Querer seguir con este mejunje de agujas de reloj pensando sólo en los próximos cinco minutos. No pensar en la boca que dejé escapar por esta maraña de sin sentido y ni siquiera de lo que podría ser un futuro infinito. Sobrevivir a base de café y Cortázar y de la locura diaria, volver a pisar charcos.

18:03, suena el puto tono de sms, es tuyo: Te quiero Marina.

No contestaré, me digo.

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